No está mal ese afán de ser tocado, poseído por una mano amable, por un corazón que lata con soltura. El mío sospecha tu presencia a cada instante, acaso fuera bueno esforzarme por poner nombre a las nubes que pasan. No sería suficiente sin embargo, el viento choca demasiado violento contra el rostro y me distraes con imperturbable insistencia. Subes, bajas, miras, ríes, lloras, hablas, callas, resoplas, y me ahogas. Estallas mi corazón y me revientas el alma, demasiado denso tu aire entre las manos recorrido por mis dedos de ciego. No está mal buscar la horca transparente de tu nostalgia, sentir sus uñas sobre la garganta dibujando un laberinto circular con transparencia infinita. No está mal tu manera tan dulce de pisar la nieve y sonreír como si estuvieras recitando un poema con la boca estremecida de esperanza. No está mal salir sin ruido a la calle donde me esperan tus labios cayendo como copos de nieve. Luego escribo versos de humo mientras cambian de color los semáforos, y ¿sabes? quiero escribir que la melancolía cruza la calle descubriendo el asombro que levantan tus labios como un inevitable poema. No está mal cavilar sobre la escena a cada paso mientras me pregunto con ternura qué tal lo pasaste cuando hacíamos el amor sobre un lecho de caricias. Adivino tu ausencia sobre la almohada de los sueños, mi cuerpo se hace transparente y me invade el lento vértigo de tus versos. No está mal la asfixia de tus besos acariciándome la nuca mientras quiebra mi cuerpo y mis manos se derrumban como palomas heridas.
Engel
No está bien hacer como si no me hubiereis visto, cuando yo sé a ciencia cierta que miráis por el ojo de la cerradura del tiempo, enviando misivas en silenciosas ráfagas de humo, intentando despistar mi atenta mirada; pero no olvidéis nunca que os leo con el corazón. No está bien incendiar estos labios sin pretender sofocar esa flama, que llega hasta mi garganta y me ahoga, en el deseo de apagar este fuego, en la humedad de vuestra ansiada boca. No está bien que observéis cada una de mis poses en la alcoba; allí me transportáis sin más abrigo que vuestra pluma, me contempláis desnuda y vais esculpiéndome la piel con el aliento inagotable de vuestra rima. Sacude mi alma un escalofrío y comienza la danza en su solitaria apariencia, mas es la ciencia de vuestra prosa, la responsable de que mis energías se debiliten en un baile inagotable de suspiros que no pueden ser amordazados. No está bien susurrar vuestros versos en el ventanal de mis oídos, en donde vuestro aliento calcina mis sentidos, avivando con el rocío de vuestra astucia temblores prohibidos, mientras os escapáis de puntillas. No está bien cruzar la calle mientras vuestra esencia fluye por mis poros incendiándome el alma en su inocencia.
María del Carmen Tenllado Yuste.
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