Golpea incesante este piélago de incertidumbres,
mi alma escala, con sus ajadas alas, ¡la cúspide!
triste, vacía y rota, me niego a dar sepulcro a mi derrota,
dejadme habitar en la inmensidad de sus sombras,
junto al gran sentimiento que a seguirlas me provoca,
¡apartad esa luz!... que me perturba y axfisia,
quiero habitar el enigma, que le escolta y ampara,
¡y yo, que a nada temo!...pues ya gozo mi muerte,
¿qué puede importarme?...mi desahuciada suerte,
vomito una carcajada, ante vuestra ferviente mirada,
¿acaso pudiere conmoverme?...¡tan patética serenata!
Noche ingrata que mi calma profana...
susurrando en mi ventana vanas palabras de amor,
¿acaso soy yo... la dueña de mi alma?
si hallarais algún vestigio quizás las gracias os diera,
o tal vez os odiara...por profanar el mausoleo de su estancia.
¡Escupidme a la cara!...¡odiadme!...¡despreciadme!
...¡murmurad al mundo que soy liviana!...
frívola, libertina, superficial, frágil, pagana...
decid que voy seduciendo, faltando a mis juramentos,
bien sabéis que a través de vos tan solo habla el despecho,
aquel que su venganza alza, entre ruines lamentos,
si con ello halláis la libertad, mancillad mi nombre sin piedad,
¿qué puede importarme?... si ya no existo...
aquello que creéis ver... es tan solo un espejismo,
que os conducirá al mas certero abismo, de mi verdad,
¿por qué os negáis a aceptar que no os pueda amar?
somos ambos esclavos de una cruel dualidad,
me culpáis de andar tras un sueño... ¿y que hacéis vos?
ahogáis el corazón en el acantilado de mis versos
no podéis entender que no quiera abrir mis ojos,
me condenáis por arrastrar vuestros mismos cerrojos.
Precipicio de pasiones que despeñan corazones,
no habitan las razones, en este mundo de ilusiones,
se apoderan los delirios proclamando sus designios.
Mazmorras que entre sus aliadas murallas
cobijan historias de mil batallas soñadas.
¿Qué pretendéis hallar en la oquedad de mi pecho?
un falso lecho de aromas desterrados,
que coronan fieles los ecos de un pasado,
aquel que jamás partió... aún le sigo esperando.
¿Debo acaso por ello, pedir perdón?
¡Id con Dios!... y dejad libre el paso...
porque plena me hallo ... ¡En su idílico regazo!
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