Engel Damablanca
Me atreví a disfrazarme de gota de agua, y como suelo estar de sombra lleno, no quise transmitir mi desconsuelo al pozo sin fondo de tu mirada. Tus ojos acordonaron la gota y la redujeron a futuro. Por encantamiento la miré por dentro y el hecho de encontrarla cargada de sentido me bastó para echarme en camino e irme a otear.
Esto es lo que vi:
mi vida puesta en paz sobre sueños de ciudades imposibles y yo viviendo de tu sonrisa. Afuera eras tormenta pero aquí yaces dormida. Dormida eres nube toda llena de palabras pero tan callada como el débil latir de una paloma. Tocaste mis palabras con el roce de tu pelo y vi con asombro tu falta de asombro. Te diría pletórica de un tiempo sin horario como ese vago sueño que se mueve en el sueño donde esperar a nadie transmite la euforia de una presencia no elegida.
Comprobé que no envejecen los años, acaso los propósitos, condenados a la vulgar rutina de los días. En tu suave rostro manchado de lluvia la nostalgia se alejó con la gota que corría veloz por tus mejillas. Y sin embargo quedaba allí, al final del trayecto, junto a tu impaciente belleza... y la vuelta al presente me estaba vedada.
Por un momento me apropié del instante, como si lo hubiera estado esperando toda una vida… Dejé deslizarse esa gota, parte de tu amada esencia entre mis manos, capturando tu universo entre mis dedos, sin hacer el más leve ruido, para no alertar al reloj que pudiere poner fin a este mágica ilusión ¡Mas parecías tan real!
Olvidé mi mundo en el banco de algún parque y construí un presente bajo el arco iris que rendía tributo a nuestras húmedas miradas. Estábamos allí, en un punto certero a la vez, frente a frente. Jamás me sentí más desnuda que al mirarte a los ojos, intentaba adentrarme en ellos para que así me arroparas... mas seguía sintiéndome desnuda. ¿Acaso me despojaste la piel entera? Dejaste mi alma prendada de tu silencio, en él resonaban los ecos que agitaban batallas propias. Fue duro el sendero hasta llegar a ti, puede que esté soñando, puede que aún despierte. Qué más da si acaso muero, llevaré en mi húmeda retina la imagen de este amor, para siempre...
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