La senda era angosta, poblada de fantasmales árboles que parecieran querer detener mi paso hacía el destino que aguardaba al otro lado... mas yo, empecinada en no ceder en mi avance, deambulaba aún a sabiendas, que el infortunio pudiere estar extendiendo su mano de seda. El viento alborotaba mis cabellos al compás de extrañas sinfonías que emitían sonidos de voces amputadas. Era el escenario perfecto para alejar los miedos del todo... O quizás, todo lo contrario, pudiere estar formando parte de una escena macabra; en cualquier caso, mi espíritu no habría de fenecer dos veces… A lo lejos, iba cobrando forma la imagen de un ser, aún con vida…
María del Carmen Tenllado Yuste
(Damablanca)

Y el caminante, eterno aprendiz de peregrino, estaba en lo cierto, el presentía y se imaginaba que a pesar de la curiosidad y el miedo que habitaban en tí. El prosiguió indagando, intentado descubrir, que había más allá de esa mirada cautivadora, con la cual lo observaste en medio de aquel bosque de gigantes e impertinentes helechos que hacían aún mas angosta la diminuta senda donde cruzaron el primer saludo, que por cierto hoy recuerdas con emoción... Quizás porque entendías que aún en las experiencias mas atrevidas, accedes a buscar la incógnita que encierran ciertos episodios, que a la postre se convierten en manantiales de espiritualidad... Efectivamente ese ser estaba aún con vida, y de sus leños, aun respiraba la llama de la vida y de la luz.
Nelson Urra Silva