
Se encuentra refugiada en el silencio de un niño, intentando encontrar un pensamiento amable que abrigue la gélida noche que ya se desliza sobre sus mugrientos ropajes… La gente deambula a ambos lados de la calle, sin apenas percibir su presencia, o tal vez, prefieran evitarla; no es agradable mirar fijamente a los ojos de la pobreza. La pobreza no es bella, ni exhala aromas de jazmines, no tiene una linda sonrisa que ofrecer, ni siquiera es divertida… ¿Quién habría de querer mirarla? Si tan solo acercarse a ella incomoda, es como, si el simple contacto con su real apariencia impregnase de temor el ambiente, ¡pareciera infectarlo todo! ¿acaso será contagiosa? Ella se hace acompañar de enfermedades como: la tuberculosis, malaria, sida, deshidratación, anemias… causadas todas ellas por la falta de higiene, alimentos, atención médica, escasez de agua, y otros recursos esenciales para una vida digna.
La pobreza se halla cautiva en su trono de hambre, lágrimas y olvido. Condenada al desprecio, a la intolerancia, inclusive a la burla de aquellos que no conocen la compasión. Es un buen reclamo para llenar los bolsillos de personas sin escrúpulos que hacen de ella una manera de enriquecer sus bienes materiales, olvidándose de alimentar la podredumbre de sus almas. No toda la ayuda que es recaudada va a parar a quien realmente la necesita.
La pobreza genera abusos, sobre todo en los menores, los cuales se ven sometidos a vejaciones sexuales a cambio de beneficios para la propia familia, que los vende o explota. Muchas de estas niñas son embarazadas a edades tempranas, y en la mayoría de los casos contagiadas por el virus del sida. La falta de recursos es también aprovechada por los adultos para utilizar a los niños en hechos delictivos, formándoles para el robo, tráfico de drogas etc...
El tráfico de órganos es otra fatalidad que padecen los niños pobres, algunos de ellos secuestrados para extraerles los ojos, hígado, riñón… o cualquier miembro con el que se pueda comerciar.
No miremos para otro lado, cuando veamos la cara de la pobreza. ¡No juzguemos! sin conocer las razones de aquellos que llegan a la desesperación por un pedazo de pan, ellos son simplemente víctimas, de redes que se lucran de las miserias ajenas. Después de todo me pregunto: ¿realmente interesa qué la pobreza desaparezca? ¿a quiénes? Que alguien me dé una respuesta…
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Málaga 8 de abril de 2013
María del Carmen Tenllado Yuste
(Damablanca)
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