La paz bendita palabra, sublime sentimiento, la búsqueda infinita del hombre en su habitual averno. He caminado el mundo a través de mis ojos, manando de ellos manantiales de lágrimas al ver del hombre su maldad.
He visto la muerte en el frágil cuerpo de un niño, mientras era sostenido en brazos de una madre enloquecida por la desesperación y la impotencia... Sus ropas ensangrentadas por la vida cegada de un hijo inocente. Una bala que atravesó dos almas a su paso. Una de ellas adormecida, mientras la otra se desgrana en el dolor...
He visto el cadáver desnudo de una joven ultrajada, descubierto a orillas de un río, con profundas heridas de arma blanca en su cuerpo, su rostro irreconocible tras los brutales golpes recibidos. ¿Quiénes te han hecho esto? me pregunto horrorizada... y dentro de mi brota otra yaga.
He visto niños esqueléticos, que apenas se sostienen en pie con buitres acechándoles a cada paso... la mirada perdida, al igual que su sonrisa. Y esas ayudas que no llegan a sus bocas. ¿Adonde van? ¿Por qué llegan tarde? y dentro de mi, siento otra espina.
He visto la mirada asesina de un dirigente enloquecido, bramando justicia a través de las armas, conduciendo a su pueblo a una muerte segura... hombres y niños cogen las armas. ¡Ya nada les importa! porque sus vidas no tienen sentido. Solo desean morir con dignidad, la que nunca han conocido... y yo me pregunto ¿Quién puede frenarlo?
En la otra parte del mundo sigue la locura, aún teniendo en abundancia que comer, las niñas enferman por conservar la figura, no quieren engordar, se sienten más seguras envueltas en una delgadez que las ha de llevar a la sepultura.
La paz hay que sembrarla con urgencia, es una semilla que dentro de nosotros brota, dejemos que eche fuerte raíces y ayudemos a que se expanda a nuestro alrededor, sembremos amor, por poco que pongamos de nuestra parte, haremos la vida a nuestros semejantes mucho más amable.
He visto la muerte en el frágil cuerpo de un niño, mientras era sostenido en brazos de una madre enloquecida por la desesperación y la impotencia... Sus ropas ensangrentadas por la vida cegada de un hijo inocente. Una bala que atravesó dos almas a su paso. Una de ellas adormecida, mientras la otra se desgrana en el dolor...
He visto el cadáver desnudo de una joven ultrajada, descubierto a orillas de un río, con profundas heridas de arma blanca en su cuerpo, su rostro irreconocible tras los brutales golpes recibidos. ¿Quiénes te han hecho esto? me pregunto horrorizada... y dentro de mi brota otra yaga.
He visto niños esqueléticos, que apenas se sostienen en pie con buitres acechándoles a cada paso... la mirada perdida, al igual que su sonrisa. Y esas ayudas que no llegan a sus bocas. ¿Adonde van? ¿Por qué llegan tarde? y dentro de mi, siento otra espina.
He visto la mirada asesina de un dirigente enloquecido, bramando justicia a través de las armas, conduciendo a su pueblo a una muerte segura... hombres y niños cogen las armas. ¡Ya nada les importa! porque sus vidas no tienen sentido. Solo desean morir con dignidad, la que nunca han conocido... y yo me pregunto ¿Quién puede frenarlo?
En la otra parte del mundo sigue la locura, aún teniendo en abundancia que comer, las niñas enferman por conservar la figura, no quieren engordar, se sienten más seguras envueltas en una delgadez que las ha de llevar a la sepultura.
La paz hay que sembrarla con urgencia, es una semilla que dentro de nosotros brota, dejemos que eche fuerte raíces y ayudemos a que se expanda a nuestro alrededor, sembremos amor, por poco que pongamos de nuestra parte, haremos la vida a nuestros semejantes mucho más amable.
Málaga 10 de Mayo del 2013
María del Carmen Tenllado Yuste
Damablanca
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