
El silencio se filtró por cada ranura de sus poros, dejando fluir sus lágrimas avivadas por el mutismo; de nuevo volvería a adentrarse en la clandestinidad de su templo privado, allí nada ni nadie podría alcanzarla... Su santuario estaba tallado de poesía, dulces palabras que rompían los silencios y daban respuestas melódicas a el intenso vacío que se descargaba en lagunas de llanto. Ella odiaba la sensación de palpitar fuera de la poesía, se negaba a si misma el darle forma humana a sus versos, ellos podían abrazarla sin hacerle daño... sin crear la dependencia de unos besos y un contacto humano. Sus rimas la envolvían en una caricia lírica y celestial que sanaba las ausencias. La poesía rompía los espejos del tiempo y el dolor, sanando con el verbo cada herida. Se resistía a vibrar fuera de ella. porque había aprendido que los mortales no saben amar más allá del deseo. Ella daba vida a ese amor eterno en forma de cruz que siempre llevaría junto al pecho como símbolo de la alianza. En el silencio se debatía entre la vida y la muerte de una semilla engendrada, ella la miraba con asombro y agonía, porque aún siendo tan solo una semilla ¡ya dolía! pareciera haber echado raíces y sentía la necesidad de huir de ella misma y de esa debilidad que brotaba en su alma. ¿Por qué estoy llorando?-se decía ¿qué ocurre dentro de mi, que no me permite salir más allá de mi propia caverna? Quizás aquí me siento segura, y fuera de ella se halla el sol, este podría acrecentar aún más con su calor, el desarrollo de aquellas raíces que germinarían en la planta del amor…
Málaga 10 Mayo 2013
Derechos de autor: María del Carmen Tenllado Yuste
(Damablanca)
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